TEOLOGÍA: OBRA HUMANA.
(Reflexiones contestando a un amigo sobre temas de fe católica)
En relación con las inquietudes que me manifiestas y tu pregunta, he de recordarte que, como dice el Catecismo de la Iglesia Católica[1], “a lo largo de los siglos, en respuesta a las necesidades de diferentes épocas, han sido numerosas las profesiones o símbolos de la fe… de las diferentes Iglesias apostólicas y antiguas… el símbolo “Quicumque”, llamado de San Atanasio… las profesiones de fe de ciertos Concilios (Toledo, Letrán, Lyon, Trento) o de ciertos Papas, como la “Fides Damasi” o el “Credo del Pueblo de Dios” de Pablo VI”: pero que “entre todos los símbolos de la fe, dos ocupan un lugar muy particular en la vida de la Iglesia:.
“·El Símbolo de los Apóstoles, llamado así porque es considerado con justicia como el resumen fiel de la fe de los apóstoles. Es el antiguo símbolo bautismal de la Iglesia de Roma. Su gran autoridad le viene de este hecho ‘Es el símbolo que guarda la Iglesia romana, la que fue sede de Pedro, el primero de los apóstoles y a la cual él llevó la doctrina común’ (San Ambrosio, symb.7)”[2]
“El Símbolo llamado de Nicea-Constantinopla debe su gran autoridad al hecho de que es fruto de los dos primeros Concilios ecuménicos (325 y 381). Sigue siendo todavía hoy el símbolo común a todas las Iglesias de Oriente y Occidente.”[3]. Y es más explícito y detallado que el anterior.
El Concilio de Nicea, en el 325, fue convocado por el emperador Constantino, con el fin de obtener la unidad religiosa, pues lo arrianos estaban dando mucha guerra. No se logró mientras vivió el Emperador, que protegía a los arrianos. Hubo varios sínodos, que no arreglaron definitivamente nada. Por fin, el Concilio de Constantinopla del año 381, reconocido después como II Ecuménico, condenó solemnemente la herejía arriana, la de los pneumatómacos (sobre el Espíritu Santo) y el apolinarismo. Terminó proclamando el denominado Símbolo de San Epifanio.
Sin embargo, ese texto no lo redactaron estos Concilios. Aún más, el texto del símbolo redactado en Nicea[4], “no coincide con el de nuestro Credo, y termina con las palabras: Et in Spiritum Sanctum, a las que se añade un anatema”.[5]
“En las actas del Concilio de Constantinopla no se encuentra símbolo alguno, ni en el tiempo transcurrido entre éste y el Concilio de Nicea se sabía nada de una profesión de fe que hubiera sido redactada en Constantinopla. Al sínodo de Constantinopla se le atribuía únicamente la ampliación a la confesión del Espíritu Santo”[6]
Según los mejores investigadores, se trata de un símbolo usado en Jerusalén, como símbolo bautismal, del que da noticia San Cirilo de Jerusalén[7];, que lo explicaba a los candidatos al bautismo; pero como quiera que su texto casi completo está en el Ancoratus de San Epifanio, hacia el 374 [8], se le llamó de San Epifanio.
A aquél se han añadido: los artículos del símbolo de Nicea: Deum verum de Deo vero, genitum non factum, consubstantialem Patri (Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no hecho, consustancial al Padre) con que el Concilio se oponía a la herejía de Arrio. Pero lo del Espiritu Santo se encuentra ya en San Epifanio. Sin embargo la expresión Et Spiritum Sanctum… qui ex Patre filioque procedit (que procede del Padre y del Hijo) se añadió después.
Los Apóstoles, antes de salir de Jerusalén y tras la venida del Espíritu Santo, compendiaron en el Credo lo esencial de la doctrina del Señor y redactaron unos esquemas para la predicación. Sobre estos esquemas escribieron más tarde Mateo, Marcos y Lucas sus evangelios, llamados sinópticos porque siguen una misma estructura o sinopsis. San Juan escribe mucho más tarde, para afirmar y recalcar que Jesús es el Hijo de Dios; frente a tipejos discordantes de su tiempo.
Los añadidos del Credo Nicenoconstantinopolitano sobre el Verbo y el Espíritu Santo son unas explicaciones o aclaraciones al Símbolo de los Apóstoles; en base a refutar falsas interpretaciones de arrianos y pneumatómacos.
Como inciso, te diré que el Concilio de Nicea fue convocado por el Emperador Constantino y el de Constantinopla por el emperador Teodosio I. No estuvo presente el Papa en ninguno de los dos. Y, sin embargo, al de Constantinopla se le declaró en posteriores concilios como Ecuménico II, es decir, Universal.
Los Apóstoles y sus discípulos transmitieron la enseñanza de la Buena Nueva generalmente de viva voz; pero pronto aparecieron los Evangelios Sinópticos, cuya finalidad era facilitar la instrucción de los fieles, marcando unas pautas que sirvieran de recordatorio o catecismo para los discípulos de los Apóstoles. Fallecidos éstos, aparecen los Padres Apostólicos, escritores que habían estado en contacto con los Apóstoles y que en el estilo de las epístolas de San Pablo escriben a otras iglesias, bien sea para ilustrar y profundizar en la enseñanza oral, bien para argumentar contra las diversas herejías que iban apareciendo.
El Cristianismo se extiende por el mundo romano y se levantan contra él una serie de filósofos y retóricos que lo atacan y se burlan. Para contrarrestarles, aparecen los llamados Padres Apologetas (siglo II), cristianos cultos formados en Filosofía y Retórica, que hacen apologías del Cristianismo. En este caso, aparte de las narraciones sobre la vida comunitaria y humilde de los cristianos, exponen los dogmas cristianos ¿cómo? utilizando su saber filosófico para mostrar la inteligibilidad de esos dogmas. Surge la Teología (dogma + filosofía = Teología), que ya no es una obra divina, como la fe, como el credo, sino una obra humana. En ella hay dos elementos: el artículo de fe, que es algo divino, y el raciocinio filosófico, que es humano, totalmente humano y partiendo de pensadores paganos. Con frecuencia esos razonamientos teológicos están influidos no sólo por la Filosofía del autor sino también por circunstancias políticas y sociales del momento.
En el siglo II surgen también las escuelas catequéticas, donde se elabora teología. Ahí están las de Alejandría (su mejor director un estoico, Panteno) y Cesárea de Palestina que buscaban la interpretación alegórica (como la Kabala y el Talmund judaicos) de la Escritura; la de Antioquía, dedicada a la exégesis bíblica, en sentido realista y literal, que produjo errores y herejías; la de Capadocia, la de Efeso y seguramente una en Roma. En todas ellas, el sistema era poner los conocimientos filosóficos o judaicos al servicio del dogma. En suma, hacían Teología, que difería mucho de unas escuelas a otras.
En Teología surgieron dos corrientes de influencia: una, la aristotélica, que predominó en Asia Menor, y Grecia. La otra, neoplatónica o helenística, que partiendo de Alejandría inundó todo el mundo latino y fue la gran fuente de inspiración para nuestros místicos (las Siete Moradas de Sta. Teresa están, con sus "ascensos", "escalas" y demás en el Pseudo Dionisio -fines siglo IV- discípulo del místico neoplatónico -no cristiano- Plotino, siglo III, lo he tenido en mis manos y lo he leído; la Guía de pecadores de Fray Luis de Granada es un plagio de la Guía de los descarriados, de Moshés ben Maimón, Maimónides, judío español, siglo XII, nacido en Córdoba y muerto en El Cairo). Después, a partir del s.XII y gracias a la Escuela de Traductores de Toledo, se introdujo el aristotelismo en Europa, de la mano de los árabes Avicena y Averroes. San Alberto Magno (dominico) lo utilizó para iluminar muchas cuestiones discutidas y su discípulo Santo Tomás de Aquino hizo todo un sistema teológico, que dura hasta nuestros días, basado en aplicar el pensamiento de Aristóteles a los dogmas y a los temas teológicos discutidos.
En definitiva, que lo que se nos sirve como "doctrina cristiana", "Teología", "Moral cristiana", etc. no es otra cosa que razonamientos de hombres impregnados de unas determinadas ideas, a propósito de ciertos puntos del dogma. Si de moral se trata, entonces meten una larguísima carga de la ambientación social de su tiempo o de sus problemas personales.
¿Qué podemos creer, me preguntas? El Credo, porque contiene los artículos de fe que nos legaron los Apóstoles. Y respecto a tu conducta, los Santos Evangelios y las Epístolas de los Apóstoles. Personalmente te recomendaría que leas con frecuencia a San Pablko. Con la muerte del último Apóstol se acabó la Revelación Divina. ¿Consecuencia? Que el resto es obra humana.
Nada, amigo, no sufras más. Pero, sobre todo, no hagas nunca sufrir a los demás, por causa de un Concilio, Papa (acuérdate de Alejandro VI), Obispo, cura o doctrina teológica. Son doctrinas humanas. Frecuentemente, darán buenos consejos; en ocasiones te explicarán bien los Evangelios, porque han estudiado historia y la filosofía en que se fundan ciertas expresiones, que nosotros, así de pronto, sin previos conocimientos exegéticos no podemos entender. Mas cuando las teorías que explican estén en contra de tu razón, de tu conciencia, no les creas. Y sobre todo, jamás, jamás hagas sufrir a nadie por causa de ellas.
En esos artículos está compendiada nuestra fe cristiana y católica. Toda la Revelación Divina se halla en los Evangelios y en las enseñanzas de los Apóstoles. Te repito que es doctrina común que con la muerte del último apóstol se acabó la Revelación. Por consiguiente, todo lo demás, por digno que sea, no es doctrina revelada, sino explicaciones, aclaraciones hechas por los sucesores de Pedro o los Concilios sobre temas de fe y costumbres. Pero en definitiva, con asistencia o no del Espíritu Santo, es siempre obra humana, que no puede oponerse a la recta razón, o a tu conciencia.
No te asustes, no soy hereje. La conciencia moral, que es de la que hablamos, la definen los teólogos como: “dictamen o juicio del entendimiento práctico que afirma en (un caso) particular si es lícito o ilícito, y por ello que ha de ser puesto (o poder ponerse) u omitido por nosotros”[9].
Y a continuación afirman que “La conciencia es la regla próxima y subjetiva de los actos humanos”, que obliga no por sí misma sino en virtud de precepto divino, porque aplica la regla objetiva y remota, o la ley al caso particular en orden a la actividad del sujeto. Por donde se concluye que la conciencia es la intimación y como promulgación de la ley en cuanto al acto que se ha de realizar”[10].
Esto lo tenían clarísimo los teólogos del Medioevo. Por ejemplo, San Buenaventura (1221-1274), nos dice que “la conciencia es como el pregonero de Dios y su mensajero; y lo que dice, no lo manda por sí mismo, sino que lo manda, como algo de Dios… y por esto tiene la fuerza de obligar”[11]
Por su parte, Santo Tomás de Aquino (1220-1274), el gran Doctor Angélico, dice que “como quiera que la conciencia no es sino la aplicación del conocimiento (de una ley) al acto, consta que la conciencia dícese que obliga en virtud de precepto divino” [12]
Y, como consecuencia, afirma el citado Merkelbach, “se sigue que la conciencia obliga más que el precepto del superior humano”[13]. Se apoya en Santo Tomás: “La conciencia no obliga sino en virtud de precepto (mandamiento) divino… Luego cuando el precepto divino obligue contra el precepto del prelado, y obligue más que el precepto del prelado, la obligación de conciencia será mayor que la obligación del precepto del prelado, así la conciencia obligará contra el precepto dado por el prelado”[14]
Y es que para la Teología Moral, “la conciencia de tal modo es la regla de los actos humanos que nunca es lícito que obremos contra ella, tanto si ordena como si prohibe” [15]. San Pablo escribió que “todo lo que no es según conciencia, es pecado”[16]
Y por si te parece poco, el Concilio Vaticano en su declaración Dignitatis humanae (De la dignidad humana), en su punto 3, dice: “El hombre percibe y reconoce por medio de su conciencia los dictámenes de la ley divina; conciencia que tiene obligación de seguir fielmente, en toda su actividad, para llegar a Dios, que es su fin. Por tanto, no se le puede forzar a obrar contra su conciencia. Ni tampoco se le puede impedir que obre según conciencia. En Gaudium et spes (Gozo y esperanza), punto 17, declara que “la dignidad humana requiere, por tanto, que el hombre actúe según su conciencia y libre elección.
Joseph Ratzinger, el actual Papa, inmediatamente antes de la Encíclica Humanae Vitae, 1968, escribía: “Aún por encima del Papa, como expresión vinculante de la autoridad eclesiástica se halla la propia conciencia, a la que hay que obedecer la primera, si fuera preciso incluso en contra de lo que diga la autoridad eclesiástica. En esta determinación del individuo, que encuentra en la conciencia la instancia suprema y última, libre en último término frente a las pretensiones de cualquier comunidad externa, incluida la Iglesia oficial, se halla a la vez el antídoto de cualquier totalitarismo en ciernes y la verdadera obediencia eclesial se zafa de cualquier tentación totalitaria, que no podría aceptar, enfrentada con su voluntad de poder, esa clase de vinculación última” [17]
Mientras era profesor de Teología en Bonn, sobre el Santo Oficio, del que luego fue Prefecto, escribió: “Escándalo intencionado y por tanto culpable es que, con el pretexto de defender los derechos de Dios, se defiendan sólo una situación social determinada y las posiciones de poder en ella conseguidas. Escándalo secundario intencionado y por tanto culpable es que, con el pretexto de defender la inmutabilidad de la fe, no se defienda nada más que el propio estancamiento. Escándalo secundario intencionado y por tanto culpable es que, con el pretexto de proteger la integridad de la verdad, se eternicen opiniones académicas que en un momento se impusieron como cosa natural, pero que ahora llevan tiempo necesitando ser revisadas y que vuelva a plantearse cuáles son ahora las verdaderas exigencias de lo originario. Pero lo peligroso es que este escándalo secundario intencionado constantemente se confunde con el escándalo primario (el evangelio mismo) y con ello lo hace inaccesible, ocultando la pretensión específicamente cristiana y su gravedad tras las pretensiones de sus mensajeros”[18].
Sin comentarios. Es demasiado claro. Revisa nuestro pasado, lo que nos predicaron, todo aquello que nos hizo sufrir en vano y júzgalo en función de lo que te he escrito hasta ahora y en especial a la luz de estas graves y tajantes afirmaciones del teólogo Ratzinger., hoy Papa Benedicto XVI.
Te dirán que todo eso es válido para la “conciencia recta” (que no saben lo que es), pero no cuando es errónea. Pues bien, los teólogos morales te responden: “La conciencia invenciblemente errónea es accidentalmente regla de actuación” [19]. Y esto, a mi parecer, salva de maldad a aquellos predicadores de manga estrecha que tanto nos hicieron sufrir o a esos “pastores” que se inventan pecados que no son tales o normas de conducta “religiosas” que atentan gravemente a la caridad, mensaje único del Señor y base de toda la moral cristiana.
Hablan de “conciencia recta” ¿cuál es? ¿cómo se conoce? Supongo que los jerifaltes de la llamada Santa Inquisición creían estar en posesión de la verdad y por ello suponían que obraban con “conciencia recta”. Pero ¿lo era? Ya sabemos que no (Papa dixit). Tras el último Concilio se reformaron muchas Constituciones de religiosos y principalmente de religiosas, porque muchas de sus prohibiciones y usos se enfrentaban directamente contra la caridad. Y, sin embargo, sus fundadores/as pensaron obrar con “conciencia recta” al imponer aquellas reglas. Y es que, te repiuto nuevamente, la verdad revelada es una, su interper4etación es siempre obra humana y, como tal, falible.
Ten siempre un principio: la verdad revelada no puede oponerse nunca a la ley natural, porque uno sólo es el mismo autor: el Dios sobrenatural es el Dios natural, el que ha inscrito, inserto en nuestros corazones la ley natural, que se nos hace presente a cada uno por nuestra propia conciencia[20]. De ahí, pues, la convicción de los teólogos medievales y posteriores, como hemos visto, de que la conciencia es la voz de Dios, la fuerza divina que nos ata y obliga a emitir un juicio personal, subjetivo, para aplicar en el orden práctico la Verdad revelada. Y siempre, en todo caso, la regla fundamental es la caridad. Está claro en los Evangelios, clarísimo en San Pablo y en los demás apóstoles. Aún más, que la norma de “no hagas a los demás lo que no quieres para ti” es prácticamente universal entre los hombres de buena voluntad.
Resumiendo y acabo: Distingue siempre entre lo que es Verdad revelada y doctrina teológica. Aquella es inmutable, ésta es humana y la has de aplicar siempre según tu conciencia, no vale la obediencia debida.
Un abrazo y hasta otra.
[1] Promulgado por la Constituc. Apost. « Fidei Depositum », de Juan Pablo II, 1992, nº 192
[2] Catec., o.c., nº 194.
[3] Catec., o.c., nª 195.
[4] Denzinger, n.54
[5] JUNGMANN,S.J.El Sacrificio de la Misa, Herder-Católica, Madrid, 1953, nº 588,pág.585
[6] JUNGMANN, o.c.,nº 590, pg. 585.
[7] Catequesis, VII-XVIII (LIETZMANN, Symbole, 19)
[8] C.118 (LIETZMANN, Symbole, 19s.)
[9] “Dictamen seu iudicium intellectus practici affirmantis actum in particulari esse licitum vel illicitum, et ideo ponendum (vel poni psse) aut omittendum a nobis ». BENEDICTUS HENRICUS MERKELBACH, O.P. Summa Theologiae Moralis, t.I, Desclé de Brouwer, Bruges.1949; pág.189. nº 201.
[10] MERKELBACH, o.c, pág. 191, nº 203.
[11] II Sent., d.39,a.1, q.3
[12] “Unde cum conscientia nihil aliud sit quam applicatio notitiae ad actum, constat quod conscientia ligare dicitur vi praecepti divini”, QD de Ver.17,a.3
[13] O.c., nº 203.
[14] Ibid., a.5
[15] MERKELBACH, o.c.,nº 205.
[16] Romanos XIV, 23
[17] Cf.HANS KÜNG:Libertad conquistada. Memorias. Edit. Trotta. Madrid, 2003, pág. 568.
[18] El nuevo pueblo de Dios, 1969, pp. 302-321, citado por HANS KÜNG:Libertad conquistdada. Mem,orias. Edit. Trotta,S.A. Madrid, 2003, pág. 487.
[19] “Conscientia invincibiliter erronea est per accidens regula agendi”.MERKELBACH, o.c., nº 208.
[20] Rom.II, 14-14; ORIGENES, in Rom. I-II, n.7,8,9; TERTULIANUHS,Adv. Marc. V,13; HIERONYMUS,ep.121 ad Alg., q.8. Y Crisóstomo, Gregorio Nazianceno, Ambrosio, Agustdín, Basilio, Cirilo… Cf. MERKELBACH, o.c., nº 244.
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