ONANISMO: PSEUDO-PECADO INVENTO DE EUGENIO PACELLI.
Un grupo de profesores jesuitas del Colegio Lateranense, donde estudian los aspirantes a entrar en la diplomacia vaticana, allá por los últimos años del siglo XIX, que se caracterizaron por el entretenimiento en los detalles, sugirió la idea de que la cópula matrimonial sólo podía realizarse sin pecado cuando iba ordenada a la generación de la prole.
Naturalmente, ningún teólogo lo admitió, ya que estaba en abierta contradicción con la doctrina eclesiástica, que habla considerado santo y bueno el matrimonio, así como la copulación; especialmente contra las herejías maniqueas y, por los territorios de la Corona de Aragón, en el lado francés, contra cátaros y albigenses (siglo XII), que afirmaban ser pecado las bodas y cualquier placer carnal derivado del matrimonio. Con esos profesores estudió Eugenio Pacelli.
Un buen día, ese señor, convertido en Papa Pió XII, se descolgó en un discurso a las matronas romanas hablando del pecado de "onanismo" en el que incurrían todos los matrimonios que copularan sin buscar directa y primariamente la generación de la prole.
A continuación, ordenó que esto fuera doctrina común en toda la Iglesia (sin atreverse a definirlo ex cathedra) y amenazó con gravísimas penas eclesiásticas a quienes discreparan o defendieran lo contrario.
Este hombre se había tomado muy en serio lo de Vicario de Cristo (cuando en realidad era sucesor de San Pedro, quien nunca se tuvo por Vicario de Cristo)[1] y lo había extrapolado hasta el extremo de considerarse superior a todos los seres de la Tierra, sin tener que consultar a nadie, ni dar cuenta a nadie más que a Dios y con autoridad y potestad para exponer doctrinas en todas las ramas de la cultura: Física, Astronomía, Química, Medicina, Biología, Arte, Literatura... (para eso tenía un equipo de 90 jesuitas que le hacían los discursos)[2]
Así ocurrió en este caso. Para un asunto tan grave que afectaba a millones de matrimonios católicos y que era una innovación muy seria en la Iglesia, cualquier otro Papa hubiera reunido en consulta a un Sínodo de Obispos. El no. Se consideraba infalible, muy por encima de los demás mortales y no necesitaba el consejo de nadie. El estaba en la Verdad, tenía toda la Verdad y nada más que la Verdad. Era el Administrador de la Verdad. Era el Vicario de Cristo.
Murió y vino Juan XXIII que convocó el Concilio Vaticano II, con la intención de reformar y eliminar de la considerada "doctrina cristiana" muchas de las adherencias nefastas, perjudiciales o al menos onerosas que impedían una actualización de esa doctrina en nuestro siglo. Salvo algunos españoles e italianos, la mayoría de los obispos del mundo estaban en desacuerdo con aquel discurso, pero como no se atrevían a decir que Pio XII se había equivocado, utilizaron una fórmula que indirectamente venía a decir lo mismo y fue proclamar el derecho de todos los matrimonios para planificar el número de hijos que podían tener; al par que el silencio más absoluto sobre el onanismo.
¿Fundamento en la Sagrada Escritura para afirmar que el acto conyugal sin buscar la "generación" es un pecado como el de Onan?
Eso afirmaron los apologetas de esta decisión pontificia. Pero, como veremos, el pecado de Onan no fue de sexo, sino contra la -justicia y la caridad. Cuando los judios elaboraron sus costumbres y leyes no creían en la inmortalidad del alma (esa creencia comenzó, en ellos, entre 500 v 400 años antes de Cristo ) y por eso buscaban la memoria o recuerdo de los hombres, la duración del linaje, a través de los hijos. Para que esa memoria o perpetuación de linaje no la perdiera el casado que moría sin hijos, establecieron que en estos casos el padre debía casar a un hijo soltero con la viuda y el primer hijo que tuvieran sería del muerto. O también que el padre debía ordenar a un hijo suyo que copulara con la viuda, a fin de que el hermano muerto tuviera un hijo, tuviera descendencia. Y ahora leamos lo que la Biblia dice al respecto[3]."
“Tomó Judá para Er, su primogénito, una mujer llamada Tamar. Er, primogénito de Judá, fue malo a los ojos de Yavé, y Yavé le mató. Entonces dijo Judá a Onan: Entra a la mujer de tu hermano y tómala, como cuñado que eres, para suscitar prole a tu hermano. Pero Onan, sabiendo que la prole no sería suya, cuando entraba a la mujer de su hermano se derramaba en tierra, para no dar prole a su hermano. Era malo a los ojos de Yavé lo que hacía Onan, y le mató también a él.”
Es evidente que lo que tenemos aquí es un pecado contra la justicia y la caridad. Contra la justicia, porque tenía el deber, según ley judaica, de dar un hijo a su hermano y expresamente consta que no quería dárselo. Y contra la caridad, porque se negaba a este acto de amor para con el hermano.
En todo caso, no es un acto carnal dentro del matrimonio, ya que no estaban casados. Por consiguiente, no se puede aplicar a los casados, para poder declarar pecado mortal el acto conyugal en el que no se busque primaria y fundamentalmente la generación de prole.
Ni en los Evangelios, ni en las Epistolas de los Apóstoles se toca este tema, de cerca ni de lejos. Antes bien, en la Epístola I a los Corintios[4], San Pablo da por supuesto lo contrario:
"Bueno es al hombre no tocar mujer; mas por evitar la fornicación, tenga cada uno su mujer y cada una tenga su marido. El marido rinda el débito (conyugal) a la mujer, e igualmente la mujer al marido. La mujer no es dueña de su propio cuerpo: es el marido; e igualmente el marido no es dueño de su propio cuerpo: es la mujer. No os defraudéis el uno al otro, a no ser de común acuerdo por algún tiempo, para daros a la oración, y de nuevo volved al mismo orden de vida, a fin de que no os tiente Satán".
Los comentaristas de la traducción[5], dicen "Todos los moralistas enumeran entre los bienes del matrimonio el de ser remedio de la concupiscencia".
Tampoco hay una sola señal en los Padres Apostólicos, es decir, aquellos que fueron discípulos de los Apóstoles y que escriben cartas a sus iglesias o a otras de apoyo, exhortación, consejo, resolución de problemas, etc. Ni tampoco en los demás Padres v escritores de los primeros siete siglos de la Iglesia, y eso que tratan frecuentemente del matrimonio, para defender su bondad y grandeza, su santidad incluso, frente a las doctrinas gnósticas, que pulularon durante los cuatro primeros siqlos y que condenaban las nupcias, el matrimonio en si v la generación de hijos; como algo esencialmente malo. El gnóstico debía abstenerse de todas esas obras de la carne, del mal.
Lo doctrina general de todos los Padres y escritores católicos de esos siglos se sitúa en la línea de defender el matrimonio como algo natural, santo y necesario para la procreación y el remedio de la concupiscencia; llegando a afirmar que el marido que (según costumbre judaica) despedía a la mujer pecaba, porque la privaba de satisfacer su libido y por lo mismo la impulsaba a echarse en brazos de otro. Normalmente aprovechan sus comentarios sobre el milagro en las bodas de Cana de Galilea, para afirmar y recalcar esa santidad del matrimonio.
El propio San Agustín (354-430), escribe: "Luego el bien del matrimonio, que incluso el Señor confirmó en el Evangelio... no me parece a. mi que sea por la sola procreación de los hijos, sino también por la misma conjunción natural en diverso sexo ... Tienen esto de bueno los matrimonios, y es que la incontinencia carnal y juvenil, incluso cuando es viciosa, se reconvierte a la honestidad de la propagación de la prole, a fin de que partiendo del mal de la libido la cópula conyugal realice algo bueno[6]." De bono coniugali, c.3,n.3
"Sean amados en las nupcias los (bienes) nupciales: prole, fidelidad y sacramento. Pero la prole, no sólo para que nazca, sino para que renazca... a la vida (eterna)"[7].
Y en Orígenes (185-254) algo más profundo: "Ciertamente, aquel que se abstiene de la esposa, hace frecuentemente que ella cometa adulterio, puesto que no satisface su libido, incluso si lo hiciera movido por la idea de una mayor santidad o castidad; y éste acaso sea digno de mayor reprensión, ya que, siendo potente, hace que (la mujer) adultere, no satisfaciendo su libido, que aquel otro que sin causa de estupro, sino por hechicería, asesinato u otro crimen mas grave, la repudio"[8].
En los SS.PP., el matrimonio no sólo era para engendrar y educar hijos (a eso se llama "procreare", de otro modo dirían "generare", que lo hacen también los animales v no son matrimonio) sino también para el remedio de la concupiscencia de ambos cónyuges, para satisfacerse mutuamente su libido.
En Santo Tomás de Aquino (s.XIII), Doctor de la Iglesia, y la mayor autoridad teológica, en quien culmina toda la doctrina y tradición de siglos anteriores, hallamos un texto muy expresivo: "Sólo por dos modos los cónyuges copulan sin ningún pecado: a saber: por causa de procrear la prole, y de devolución del débito conyugal"[9] (Suplemento a la Suma Teológica, cuestión XLIX, art° 5°). Veámoslo más extensamente:“
”A la manera como los bienes del matrimonio (procreación de la prole, fidelidad y sacramento) en cuanto que habituales, hacen el matrimonio honesto y santo; así también, en cuanto están en la intención actual, hacen el acto del matrimonio honesto, en cuanto a aquellos dos bienes del matrimonio que se refieren a este acto. Por consiguiente, cuando los cónyuges copulan por causa de procrear la prole, o para devolverse mutuamente el débito (se llama "débito" porque al casarse se hacen mutuamente donación de sus cuerpos) ; lo que a la fidelidad pertenece, están totalmente excusados de pecado. Pero el tercer bien (sacramento) no pertenece al uso del matrimonio, sino a su esencia, como ya se ha dicho. Por consiguiente, hace el mismo matrimonio honesto: no precisamente su acto, en tal forma que por esto su acto sea sin pecado, sino porque copulan por causa de alguna significación. Y por tanto, por dos solos modos los cónyuges sin pecado copulan: a saber, por causa de la procreación de la prole, y de devolver el débito". Procreación en él es, como en los Santos Padres, no sólo generar sino sobre todo educar, ayudarse mutuamente a formar los hijos y esto requiere tiempo y el amor mutuo entre los esposos es imprescindible para llevar a buen término esta labor.
En Ad 2m escribe que "si alguien por el acto del matrimonio intenta evitar la fornicación en el cónyuge (por fornicación entienden ir con otra u otro), no es pecado alguno; porque esto es una cierta devolución del débito, que pertenece al bien de la fidelidad. Pero si intenta evitar la fornicación en si, entonces hay ahí una superficialidad. Y según esto es pecado venial”. Falta el amor, la unión de corazones entre los esposos. Aún así lo califica de venial.
En el artículo 4, escribe “si el deleite es buscado más allá de la honestidad del matrimonio, a saber, cuando alguien en el cónyuge no atienda el que es su cónyuge, sino sólo que es mujer, dispuesto a hacer con ella lo mismo que si no fuese su cónyuge, es pecado mortal… porque ese ardor se realiza fuera de los bienes del matrimonio (claro! falta el amor)… Pero si el deleite se busca dentro de los límites del matrimonio, a saber, que tal deleite no se busca en otra que no sea la cónyuge, entonces es pecado venial.” Se trata de obrar por puro placer, no por amor de la esposa o por la mutua satisfacción; porque en la respuesta a la segunda de las objeciones que le ponen dice que no es pecado "el placer del acto matrimonial".
Después de Sto. Tomás ha habido unanimidad en el seguimiento de esta doctrina. Por eso no vale la pena traer aquí textos de los grandes teólogos posteriores,
En suma: la doctrina Pacelli no tiene fundamento en la Sagrada Escritura ni en la Tradición de la Iglesia, por lo que no pudo aportar argumento alguno en su favor. Sin embargo, sus defensores argüían que en Santo Tomás se dice que el fin primario del matrimonio es la procreación, lo que les permitía deducir que sólo en orden a la generación se podía copular.
Erraban, porque procrear en Sto. Tomás es no sólo engendrar (lo hacen también los animales) sino educar y formar a los hijos; como hemos visto era la idea de los Santos Padres y San Agustín. Pero es que además, el Santo en la parte filosófica, cuando le preguntan por los fines del matrimonio dice que "según el Filósofo (Aristóteles, siglo IV antes de Cristo) el fin primero es la procreación", pero añade, no como secundarios sino que otros fines son el remedio de la concupiscencia y el mutuo amor de los esposos para sobrellevar las cargas del matrimonio.
La razón natural, según Sto. Tomás inclina de dos modos: “Primero, en cuanto a su fin principal, que es el bien de la prole. Pues no intenta la naturaleza sólo la generación de la prole, sino la conducción y promoción hasta el estado perfecto del hombre en cuanto hombre, que es el estado de la virtud… Segundo, en cuanto al fin secundario del matrimonio, que es la mutua entrega de sí mismos entre los cónyuges”[10]
“Aun cuando el acto matrimonial por la corrupción de la concupiscencia parezca un acto desordenado, sin embargo por el bien del matrimonio se excusa del todo (a toto), a fin de que no sea pecado”.[11] Aún más: “Si al acto matrimonial induce bien sea la virtud de la justicia, a fin de que devuelva el débito; bien la de la religión, a fin de que la prole sea procreada para el culto de Dios; es meritorio”.[12]
Por último, para no recargar más con citas: “La causa final del matrimonio se puede entender de dos modos, a saber, por sí mismo (per se) y por razón de circunstancias (per accidens). Por sí mismo ciertamente la causa del matrimonio es aquello a lo que el matrimonio está por sí mismo ordenado: y esto siempre es bueno, a saber, la procreación de la prole y evitar la fornicación. Per accidens la causa final de determinado matrimonio puede ser algo que los contrayentes busquen fuera del matrimonio”[13] (¿poder? ¿unir dos patrimonios?...)
Aristóteles por supuesto no habló de estos otros fines; esos los saca Santo Tomás de los Santos Padres y de su personal opinión. Para el griego Aristóteles estaba claro que la única razón por la que se casaba el hombre libre era para tener hijos, pues los de la esclava nacían esclavos. Para remedio de la concupiscencia tenía las jóvenes esclavas nublas y los efebos. Para charlar tenía a sus amigos y discípulos.
Pero cuando Santo Tomás habla del sacramento del matrimonio (parte teológica), entonces se fija primaria y fundamentalmente en la “gracia unitiva”, que santifica todos los actos de amor de los esposos y que les ayuda a sobrellevar las cargas de esta vida para ganar el Cielo.
i
¡Cuánto daño y sufrimiento causó Pacelli a millones de matrimonios católicos! Muchos se rebelaron contra lo que les parecía irracional, anti natural y abandonaron los sacramentos, enfriaron su fe y se refugiaron en la creencia en un Dios Padre, que no exige ciertas ligaduras absurdas o se apartaron definitivamente de la Iglesia e incluso de la fe cristiana, para caer en el agnosticismo.
Los buenos profesores de Teología Moral podrían haberles hablado de la “libertad de conciencia”,[14] ante juicios, mandatos o normas, incluso de los superiores religiosos, para discernir que todo aquello que va contra el sentido común o la razón natural no se está obligado a cumplir; ya que la conciencia personal es la regla próxima e inmediata de moralidad para el individuo, la voz de Dios (de ese Dios que, según San Pablo, está inmerso en el corazón de cada hombre), que aplica a un acto práctico concreto la norma general. Y es que el Dios de la Revelación no puede estar en contra del de la Ley Natural, que está implantada, por ese mismo Dios, en la razón de cada uno.
¿Por qué no lo hicieron esos profesores? Por miedo al castigo eclesiástico ordenado por el Papa Pacelli: se les suspendería para el ejercicio del sacerdocio en todas sus actividades; es decir, se les quitaría la razón de su entrega al Señor. ¿Y los sacerdotes “de a pie”, o sea, los que cargan con el trabajo diario de sufrir oyendo a sus feligreses acusarse de aquello que en verdad no es pecado? Unos, por la misma razón que los profesores dichos; otros, por ignorancia, por una estricta interpretación del voto de obediencia.
Tomás Montull Calvo, Lector y Licenciado en S. Teología y Doctor en Filosofía
[1] El primero que se adjudicó este título fue Bonifacio VIII (años 1294-1303), afirmando que Pedro es el Vicario de Cristo; con lo que sus sucesores también. De lo cual deducía que toda potestad temporal debía sujetarse a la espiritual, que puede instituir a aquella en su poder, juzgarla e incluso deponerla si es mala. Pero a la suprema potestad espiritual sólo la puede juzgar Dios (Dz.468)
Vicario = Quien hace las veces de Cristo. Así, el sacerdote al consagrar o al dar la absolución; es Cristo quien habla por él. San Pedro sólo fue instituido Cabeza de la Iglesia.
[2] Bonifacio VIII añade: “Porro subesse Romano Pontifici omni humanae creaturae declaramus, dicimus, definimus et pronuntiamus omnino de necesítate salutis” (Declaramos, decimos, definimos y pronunciamos como de absoluta necesidad para la salvación que todas las criaturas humanas están sometidas al Romano Pontífice). Pacelli ni siquiera usó el término “definición”.
[3] Génesis 38, 6-10
[4] 7,2
[5] Sagrada Biblia, BAC, Madrid, 1949.
[6] De bono conjugali, c.3, n.3
[7] De nuptiis et humana concupiscentia, L.1, c.17, n.19.
[8] In Matthaeum commentarii, c.14, n.24.
[9] Suplemento a la Suma Teológica, cuest. XLIX, artº 5º.
[10] Suppl.q.41, a.1c.
[11] Ibid., ad 4m.
[12] Suppl. 41,4,c.
[13] Id., 48, 2c.
[14] Ver, al principio el blog “Teología, obrfa humana”
sábado, 28 de marzo de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario