Desde que al Papa Gregorio I, Magno, en un sermón en 591 se le
ocurriera identificar a María de Magdala con María de Betania, se abrió paso la
creencia de que aquella era la pecadora
anónima que unge los pies de Jesús en casa de Simón el Fariseo. A comienzos del
siglo pasado, los exégetas, es decir, los intérpretes de las Sagradas
Escrituras en función de las circunstancias históricas del tiempo, ya
desmintieron esa identificación. No es una María, son tres. Y la Iglesia
Católica, como veremos luego, modificó tras el Concilio Vaticano II la liturgia
de su fiesta, suprimiendo toda referencia a su carácter de penitente, pecadora
y similares.
Veamos, en primer lugar, qué dicen
los Evangelios acerca de María Magdalena o María de Magdala (Migdal Nunayah, junto al lago de
Galilea, a menos de 6 km. al norte de Tiberíades).
Mat 27,55-56: La muerte de Jesús: “Había allí, mirándole desde lejos, muchas mujeres que habían seguido a
Jesús, desde Galilea, para servirle; entre ellas María Magdalena y María la madre de Santiago y José y la madre de
los hijos del Zebedeo.”
Mat. 27, 61: Mientras José de Arimatea sepulta a Jesús y cierra con
una piedra grande, “estaban allí María Magdalena y la otra María,
sentadas frente al sepulcro”.
Marc. 15,40: Muerte de Jesús, “Había
también unas mujeres que de lejos le miraban, entre las cuales estaba María Magdalena y María la madre de
Santiago el Menor y de José y Salomé, las cuales, cuando El estaba en Galilea,
le seguían y le servían, y otras muchas que habían subido con El a Jerusalén”
Marc 15, 47: José de Arimatea, deposita a Jesús en un monumento que
estaba cavado en la peña y volvió la piedra sobre la puerta del monumento: “María
Magdalena y María la de José
miraban donde se le ponía”
Luc 8,2: Le acompañaban los doce “y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y de
enfermedades. María, llamada Magdalena,
de la cual habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, administrador
de Herodes y Susana y otras varias que le servían de sus bienes”.
Marc 16, 1-8: “Pasado el
sábado, María Magdalena y María la
de Santiago, y Salomé compraron aromas para ungirle. Y muy de madrugada, el
primer día después del sábado, en cuanto salió el sol, vinieron al monumento.
Se decían entre sí: ¿Quién nos removerá la piedra de la puerta del monumento? Y
mirando, vieron que la piedra estaba removida; era muy grande. Entrando en el
monumento vieron un joven sentado a la derecha, vestido de una túnica blanca, y
quedaron sobrecogidas de espanto. El les dijo: No os asustéis. Buscáis a Jesús
Nazareno, el crucificado, ha resucitado, no está aquí; mirad el sitio en que le
pusieron. Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro que os precederá a Galilea;
allí le veréis como os ha dicho”
Marc. 16-9: “Resucitado Jesús la mañana del primer día
de la semana, se apareció primero a María
Magdalena, de quien había echado siete demonios. Ella fue quien los
anunció a los que habían vivido con Él, que estaban sumidos en la tristeza y el
llanto, pero oyendo que vivía y que había sido visto por ella, no la creyeron”.
Juan 20, 1: “El día primero
de la semana, María Magdalena vino
muy de madrugada, cuando aún era de noche, al monumento, y vio quitada la
piedra del monumento. Corrió y vino a Simón Pedro y al otro discípulo a quien
Jesús amaba, y les dijo: Han tomado al Señor del monumento y no sabemos donde
le han puesto”
Juan 20, 11-18: Mientras Pedro y Juan entran en el monumento, “María
(Magdalena) se quedó junto al
monumento, fuera, llorando. Mientras lloraba, se inclinó hacia el monumento, y
vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno en la cabecera y otro a los
pies, de donde había estado el cuerpo de Jesús. Le dijeron ¿por qué lloras,
mujer? Ella les dijo: Porque han tomado a mi Señor y no sé donde le han puesto.
En diciendo esto se volvió para atrás y vio a Jesús, que estaba allí, pero no
conoció que fuese Jesús. Díjole Jesús; Mujer ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?
Ella, creyendo que era el hortelano, le dijo: Señor, si le has llevado tu, dime
donde le has puesto, y yo le tomaré. Díjole Jesús: ¡María! Ella, volviéndose,
le dijo en hebreo: ¡Rabboni!, que quiere decir: Maestro. Jesús le dijo: Deja ya
de tocarme, porque aún no he subido al
Padre; pero ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi
Dios y a vuestro Dios. María Magdalena fue a anunciar a los discípulos: “He
visto al Señor” y las cosas que le había dicho.”
Lucas 24, 10: Van al monumento y los ángeles les dicen que ha
resucitado y vuelven para explicárselo a “los once y a todos los demás”. “Eran María
la Magdalena, Juana y María de Santiago y las demás que estaban con ellas”.
Juan 19, 25: Estaban junto a
la cruz de Jesús, su Madre y la hermana de su Madre, María la de Cleofás y María Magdalena”
Comentario: Tanto San
Lucas como San Marcos dicen que Jesús expulsó “siete demonios” de María
Magdalena. Y esto, durante muchos siglos, se interpretó como que María era un gran
pecadora. De ahí que se la identificara con la que unge sus pies en casa de
Simón el Fariseo e incluso con María de Betania, por haber hecho lo mismo. Y se la llamara María “la penitente”.
Pero esa frase no tenía
entonces el sentido que la ignorancia del ambiente en que fue pronunciada le ha
dado. Los judíos, desde el Génesis o primeros libros del Antiguo Testamento,
creían firmemente que habíamos sido creados inmortales por Dios, mas que por el
pecado de Adán y Eva nos vino la muerte y con ella todos los males y
enfermedades. Por eso, en el caso de grandes enfermos, se preguntaban quién
había pecado para estar así, ¿él o sus padres?
La enfermedad era un castigo del pecado, era un pecado.
Por otra parte, el número
siete era mágico para los judíos (Dios creó en siete días, siete los de la
semana; setenta veces siete para perdonar, o sea, infinitos). Significaba la
totalidad. En consecuencia, que lo que ambos evangelistas quieren mostrar es
que María estaba muy agradecida al Señor porque le había curado todos sus
males, la había dejado completamente bien; como había hecho con Juana, la mujer
de Cusa, con Susana y otras mujeres que
le acompañaban y ayudaban con sus bienes.
Cuanto hemos leído nos muestra
que María Magdalena era una mujer decidida, activa, auténtica líder de las
demás, por lo que se la cita tanto; hasta
el extremo de que en Oriente se la llama “isapóstolos” (isa = igual que), igual que un apóstol. En los años posteriores a
la muerte del Señor debía ser muy conocida, puesto que los Evangelios no dan
ninguna explicación sobre ella. Únicamente “María de Magdala” a fin de no confundirla
con las otras María, cuya presencia fue poco o nada importante.
MARÍA DE BETANIA. Otro
personaje distinto. He aquí los relatos evangélicos:
Luc. 10, 38-42: “Yendo
(Jesús) de camino, entró en una aldea, y una mujer, Marta de nombre, le recibió
en su casa. Tenía ésta una hermana llamada María, la cual, sentada a los pies
del Señor, escuchaba su palabra. Marta andaba afanada en los muchos cuidados
del servicio, y acercándose dijo: Señor ¿no te da enfado que mi hermana me deje
a mi sola en el servicio? Dile pues que me ayude. Respondió el Señor y le dijo:
Marta, Marta, tu te inquietas y te turbas por muchas cosas; pero pocas son
necesarias, o más bien una sola. María ha escogido la mejor parte, que no le
será arrebatada”.
Juan 11, 1-41: “Había un
enfermo, Lázaro, de Betania, de la aldea de María y Marta, su hermana. Era ésta,
María la que ungió al Señor con ungüento y le enjugó los pies con sus
cabellos, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo. Enviaron, pues, las hermanas
a decirle: Señor, el que amas está enfermo. Oyéndolo Jesús, dijo: Esta
enfermedad no es de muerte, sino para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios
sea glorificado por ella. Jesús amaba a Marta y a su hermana y a Lázaro. Aunque
oyó que estaba enfermo, permaneció en el lugar en que se hallaba dos días más;
pasados los cuales dijo a los discípulos: Vamos otra vez a Judea. Los
discípulos le dijeron: Rabí, los judíos te buscan para apedrearte ¿y de nuevo
vas allá?... Lázaro, nuestro amigo, está dormido, pero yo voy a despertarle.
Dijéronle entonces los discípulos: Señor, si duerme, sanará. Hablaba Jesús de
su muerte, y ellos pensaron que hablaba del descanso del sueño. Entonces les
dijo claramente: Lázaro ha muerto y me alegro por vosotros de no haber estado allí
para que creáis; pero vamos allá…
Fue, pues, Jesús y se encontró con que llevaba ya cuatro días en el
sepulcro… Marta, pues, en cuanto oyó que Jesús llegaba, le salió al encuentro;
pero María se quedó sentada en casa. Dijo, pues, Marta a Jesús: Señor, si
hubieras estado aquí, no hubiera muerto mi hermano; pero sé que cuanto pidas a
Dios, Dios te lo otorgará. Díjole Jesús: Resucitará tu hermano. Marta le dijo:
Se que resucitará en la resurrección, en el último día…
Se fue y llamó a María, su hermana, diciéndole en secreto: El Maestro
está ahí y te llama. Cuando oyó esto se levantó al instante y se fue a El, pues
aún no había entrado Jesús en la aldea, sino que se hallaba aún en el sitio donde
le había encontrado Marta… Así que María llegó donde Jesús estaba, viéndole se
echó a sus pies diciendo: Señor, si hubieras estado aquí no hubiera muerto mi
hermano.
Viéndola Jesús llorar, y que
lloraban también los judíos que habían venido con ella, se conmovió hondamente
y se turbó, y dijo: ¿Dónde le habéis puesto? Dijéronle: Señor, ven y ve. Lloró
Jesús y los judíos decían: ¡Cómo le amaba! Algunos de ellos dijeron: ¿No pudo
éste, que abrió los ojos del ciego, hacer que no muriese?
Jesús, otra vez conmovido en su interior, llegó al monumento, que era
una cueva tapada con una piedra. Dijo Jesús: Quitad la piedra. Díjole Marta, la
hermana del muerto: Señor, ya hiede, pues lleva cuatro días. Jesús le dijo: ¿No
te he dicho que si creyeres verás la gloria de Dios?
Quitaron, pues, la piedra y Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo:
Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que siempre me escuchas,
pero por la muchedumbre que me rodea lo digo, para que crean que tu me has
enviado. Diciendo esto, gritó con fuerte acento: Lázaro, sal fuera. Salió el
muerto, ligados con fajas pies y manos y el rostro envuelto en un sudario,
Jesús les dijo: Soltadle y dejadle ir”.
Juan 12, 1-3: Seis días antes
de la Pascua vino Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había
resucitado de entre los muertos. Le dispusieron allí una cena; y Marta servía.
Lázaro era de los que estaban a la mesa con El. María, tomando una libra de
ungüento de nardo legítimo, de gran valor, ungió los pies de Jesús y los enjugó
con sus cabellos, y la casa se llenó del olor del ungüento”.
Comentario: Por lo
leído, parece que María de Betania no debía ser una conocida notable entre los
primeros cristianos como María de Magdala y otras María, que hemos visto,
cuando el Evangelista tiene que dar tantas explicaciones, a fin de darla a conocer
y de lo mucho que el Señor la quería. De ahí que cuando comienza a explicar los
antecedentes de la resurrección de Lázaro haya de recordar el hecho de que fue
quien ungió al Señor precisamente el sábado, víspera de su entrada en Jerusalén
y por ello, como dijo Jesús a Judas Iscariote, que la reprendía por haber
derramado aquel caro ungüento: “Déjala,
lo tenía guardado para el día de mi sepultura”.
En conclusión: que no era
María Magdalena. Eran dos personas distintas. Ni tampoco la pecadora anónima que
vamos a ver. Sólo lo cuenta San Lucas, pero las circunstancias y forma del
relato son otras.
Lucas 7, 36: “Le invitó un
fariseo a comer con él, y entrando en su casa se puso a la mesa. Y he aquí que
llegó una mujer pecadora que había en la ciudad, la cual, sabiendo que estaba a
la mesa en casa del fariseo, con un pomo de alabastro de ungüento se puso
detrás de él, a sus pies (recordemos que no
comían sentados como nosotros, sino echados en un triclinio), llorando, y
comenzó a bañar con lágrimas sus pies, enjugándolos con los cabellos de su
cabeza y besándolos y ungiéndolos con el ungüento”.
Comentario
sobre la unción de los pies. Los judíos tenían por ley religiosa el deber de lavarse las manos
antes de comer cualquier cosa. Y, por costumbre, lavar los pies a cualquier invitado, para que
se despojara del polvo del camino o de la calle. Normalmente eso lo hacía un
siervo.
Comían tumbados o recostados. Por eso,
evitaban la suciedad de unos pies expuestos a las miradas de todos. Y así, lo
primero que veían quienes entraban en el comedor eran los pies de los comensales.
De ahí que en un acto de gran amor y gratitud,
María de Betania quisiera honrar al Señor. Y la pecadora en casa del fariseo
comenzara llorando sobre los pies del Maestro, pidiendo perdón así por sus
pecados y luego se los secara con sus cabellos, a falta de cosa mejor y los
ungiera.
En la reforma litúrgica,
posterior al Concilio Vaticano II, se han eliminado todas las referencias a la
Magdalena “penitente”, pecadora, hermana de Marta y Lázaro, de la liturgia anterior. Y se ha hecho un
nuevo ritual de su misa. El Evangelio es aquel relato en el que Magdalena
aparece como primer testigo de la resurrección del Maestro.
¿ESPOSA DE
JESÚS? NO.
Año 313, Constantino el Grande, emperador
romano, promulga el Edicto de Milán, por el que se reconoce al Cristianismo
como religión oficial del Imperio. Se pone de moda la personalidad de Jesús y
surgen una serie de novelas que se
titulan evangelios. Son los evangelios apócrifos, escritos todos en este siglo
IV y parte del V. Tenemos los llamados evangelios de Pedro, Tomás, Felipe y alguno,
como el de María Magdalena, de ideología totalmente gnóstica. También aparecen
una serie de imaginarias teorías acerca de temas religiosos, que se confunden
con la auténtica tradición evangélica de los Padres Apostólicos. Se da una amalgama de filosofía neoplatónica,
con creencias gnósticas y supersticiones populares e incluso de los cristianos,
hasta entonces perseguidos.
En alguno de esos escritos se habla de María Magdalena como una
gnóstica que sería esposa de Jesús. Pero en los evangelios canónicos no se encuentra la más
leve pista de que conociera esa doctrina; que empieza en el siglo II. En otros escritos del siglo IV no está clara
esa afirmación.
Es a partir de 1982, cuando el norteamericano Michel
Baigent, en su novela pseudo histórica El
enigma sagrado, se inventa que Jesús estuvo casado con María Magdalena, sin
aportar algún dato histórico auténtico que lo pruebe, cuando aparecen otros con
temas tan pintorescos como La revolución
de los templarios (1997) de Picknett y Princey ; o Los hijos del Grial
(2003) de Peter Berling y El Código
da Vinci, de Dan Brown. (El Grial
está en la Catedral de Valencia).
En nuestros lares, el periodista brasileño
Juan Arias, publicó en la editorial Aguilar (2006) un libro con títulos tan llamativos
como “La Magdalena- El último tabú del
Cristianismo- El secreto mejor guardado de la Iglesia – Las relaciones entre
Jesús y María; que no tuvo mayor éxito porque no probaba nada. Sólo una
serie de falsas conjeturas que consideraba reales y auténticas.
El pasado año, en un blog
afirmó “Sí, Jesús estaba casado con María
Magdalena, que era gnóstica”. Se basaba en un trozo de papiro del siglo IV, en el que hay una frase de
Jesús hablando con sus discípulos, donde llama “mi mujer” a María Magdalena.
Pero más adelante otra: “Ella puede ser mi mujer”, dando a entender que era
gnóstica. Siglo IV, recordemos. Ni una prueba histórica del siglo I sobre ese
pretendido gnosticismo de María Magdalena.
Nueva novela y ¿eficaz modo de
promocionarse?.
Tomás Montull Calvo