lunes, 20 de enero de 2014

LOS NOMBRES DE DIOS EN LA BIBLIA ARAMEA


     LOS NOMBRES DE DIOS EN LA BIBLIA ARAMEA.

            Elohim, con sus varias combinaciones y Yahweh.

            El, es una sílaba muy antigua que se da en todas las lenguas semíticas, para designar a Dios, bien en forma simple, bien en combinación con otras partículas. En sus escritos usaban únicamente las consonantes; luego el “habla” de cada pueblo ponía las vocales. Así no era diferente el Alá musulmán del Illu babilónico o del plural Elohim arameo.

            En nuestras lenguas actuales se dan casos similares. Así en el catalán “ortodoxo” las e y las o átonas se pronuncian de formas distintas a como lo hacen, por ejemplo, los valencianos o los ancianos de localidades de Lérida o del Pirineo.

            Según algunos eruditos, Elohim o Eloím sería usado para designar a Dios en el Antiguo Testamento 2.570 veces. Es el plural de El, que se utilizaba siempre como singular, en el sentido de Divinidad.

            Jesús, en la cruz, usa las palabras del salmo 22: ¡Eli, Eli, lama sabachthani!  (Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?)[1]. El pueblo había olvidado tanto el antiguo nombre de Dios que pensaban estaba invocando al profeta Elías; pues la i añadida a El equivale a Dios mío.

            Los Patriarcas usaban el nombre de Dios (El) asociado a un calificativo. Así aparecen: El-olam (Dios eterno) en el profeta Isaías[2]; El-roí (Dios de la visión, que lo ve todo) en el Génesis[3], El-shaddai (Dios omnipotente) en el Génesis[4]; El-yon (Dios Altísimo) en el Génesis[5] y en Isaías[6]; así como en todos los textos arameos de la Biblia hasta Moisés; por más que algunos malos traductores los cambien a veces por el de Yahweh, que es posterior.

 

            Yahweh (El que soy, Yo soy).

            El, libro del Éxodo, o sea, el que narra todas las circunstancias de la salida de Egipto por los judíos en busca de la Tierra Prometida, nos cuenta que estaba Moisés apacentando unos rebaños de su suegro en el monte Horeb, cuando vio una zarza ardiendo que no se consumía; al acercarse, oyó que Elohim (Dios) le llamaba por su nombre y le decía: “Yo soy el Elohim de tus padres, el Elohim de Abraham, el Elohim de Isaac, el Elohim de Jacob” que he oído las angustias y dolores de mi pueblo en Egipto y tu te vas a encargar de sacarlo de aquí. A lo que Moisés respondió: “Pero si voy a los hijos de Israel y les digo: el Elohim de vuestros padres me envía a vosotros y me preguntan cuál es tu nombre ¿qué voy a responderles?” y Dios dijo a Moisés: “Yo soy el que soy”. Así responderás a los hijos de Israel: Yo soy me manda a vosotros”. Y prosiguió: “Esto dirás a los hijos de Israel: Yahweh, el Elohim de vuestros padres, el Elohim de Abraham, de Isaac y de Jacob me manda a vosotros. Este es para siempre mi nombre; éste mi memorial, de generación en generación”.[7]

            Quizás nos extrañemos de que Moisés le pregunte qué Elohim (Dios) es él; pues Moisés vivía en Egipto, donde creían en muchos dioses; incluso su suegro era sacerdote de Madián y aunque para él, judío sincero, no había más Elohim que el de Abraham, Isaac y Jacob, quiere saberlo para poder invocarlo ante el Faraón y los israelitas.

           

            Yahweh, El que soy, es la definición perfecta de Dios: el que es, el único que es por sí mismo; los demás, criaturas, lo somos por Él.

            Esto ocurrió unos 1,500 años antes de Cristo. Y ese nombre fue el único que usaron los judíos durante unos mil años; pero ya alrededor del tiempo en que fueron llevados cautivos a Babilonia[8] se prohibió bajo pena de muerte pronunciarlo. El fundamento de esa prohibición sería la superstición, común entre semitas y pueblos circundantes, de que el conocimiento del nombre del dios de otro pueblo daba a sus enemigos poder para ejercer maleficios y vencerlo.

            En consecuencia, cuando los judíos leían la Torah y llegaban al nombre de Yahweh, no lo pronunciaban sino que lo sustituían por el de Adonai = Señor.

            Pasaron los siglos y los judíos se extendieron por todo el mundo griego (diáspora), fundando importantes colonias en las que se olvidó el hebreo y arameo para hablar únicamente la koiné o lengua común griega. Por eso en Alejandría, uno de los centros más importantes, el monarca griego de Egipto Tolomeo Filadelfo (285-247 a.C.) encargó a 72 rabinos venidos de Jerusalén la traducción al griego, que se conoce como la “Versión de los Setenta”. Al llegar al tetragrama YaWH, no lo escriben con las vocales debidas sino con las de AdOnAi (= Señor), de donde salió Yahowah.

            Lo mismo hicieron más tarde (siglos I al X d.C.) los masoretas (= de masora→tradición), que pusieron vocales, signos de puntuación, mayúsculas y minúsculas así como glosas o comentarios al margen de los textos arameos o hebreos; puesto que esos textos carecían de ellos y eran difíciles de interpretar para los que hablaban otras lenguas.

Es precisamente en el año 1518, cuando el abad Pedro Galatino, confesor del Papa León X, lo transcribió como Jehová, que duró varios siglos y aún conservan con tesón ciertas sectas americanas.

Las biblias en castellano lo escriben tal como se pronuncia: Yavé; del modo a como escribimos Jesús por Yahushua.

                                                Tomás Montull Calvo. Mayo, 2010.

 

 

 

 

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[1] San Mateo, 27, 46; San Marcos 15, 34.
[2] Isaías 40, 28.
[3] Génesis 16, 13.
[4] Ibid. 17, 1; Salmo 91, 1.
[5] Génesis 14, 17-20.
[6] Isaí8as 14, 13-14.
[7] Éxodo 3, 4-15.
[8] La segunda deportación fue el año 527. Hubo otras, después de ser asolada Jerusalén y derruido su Templo

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