viernes, 31 de enero de 2014

ARTE: EL NIETO DE DIOS.


                   ARTE: EL NIETO DE DIOS.

 

            Así lo define el Profesor Maurice de Wulf, en Art et Beauté[1]; porque Dios crea al hombre y éste crea el Arte. O con sus palabras: “el arte ha nacido por el poder creador del hombre, como el propio hombre ha salido de las manos de Dios”.

            Y es que el arte no es copia, ni imitación, sino el fruto de un flechazo que impacta la imaginación creadora del artista y que se va gestando hasta que de forma nítida queda impresa en ella y se convierte en fuerza dinámica que le obliga a poner los esfuerzos de su técnica para plasmarla al exterior. Ni la gestación ni su concreción en obra artística son fáciles. En especial, lo último requiere a veces numerosos ensayos hasta que el artista queda satisfecho de haber creado en el exterior lo que tenía en su interior.

            El gran pintor florentino del Renacimiento Rafael Sanzio[2] decía que antes de fijar su dibujo sobre la tela y de extender sus colores, había concebido en su mente la imagen viva y neta de sus madonas, con todas las expresiones que él quería darles.

            Con otras palabras. El artista, ante una situación, un paisaje, una persona u otro ser cualquiera se siente de pronto impactado; al modo como en vuestra adolescencia experimentasteis vuestro primer enamoramiento. Vino entonces la tensión por la conquista. Lo mismo le ocurre al artista, busca en sí la concreción del ideal y ése va desarrollándose, tomando forma (como el feto en el vientre materno) hasta que llega el momento de madurez, en forma de imagen o sonido ideal, que empuja al artista a ponerlo en práctica, a plasmarlo. Lo que de allí saldrá será algo nuevo: el hijo del artista, su visión de la realidad; ha creado algo que no existía.

            Por eso, cuando de arte se habla precisa distinguirlo de la técnica. Ésta puede realizar obras bonitas, agradables, cómodas, decorativas, mas no crea belleza, que es lo propio del Arte. Nos impacta del tal modo que quedamos absortos en su contemplación o audición; alejados de lo circundante y deleitándolo en nuestro interior. Es lo que experimentáis, por ejemplo, en un concurso jotero cuando surge de pronto aquella jota que embarga de tal modo vuestro ánimo que impone un silencio total en la sala, un recogimiento pleno, boquiabiertos, abstraídos de cuanto os rodea y, al final, un aplauso atronador.  Ese jotero ha creado belleza. Es un artista. Distinto del resto, por buenos que sean.

            Los griegos llamaban poesía a toda creación artística. La palabra procede del griego poíesis: creación, composición y poietés era el creador, autor, poeta. Y siempre se entendía en el sentido de creador de belleza. Con el tiempo, se fue circunscribiendo ese término a lo que hoy llamamos poesía; por lo que no todo conjunto de versos rimados o sueltos es poesía. Para que sea tal ha de crear belleza, ha de conseguir que te impacte de tal forma que te sientas impulsado a releerla, a degustarla.

           

¿Qué es poesía?, dices, mientras clavas

En mi pupila tu pupila azul,

¡Qué es poesía…! ¿Y tu me lo preguntas?

            Poesía… eres tu.                                    GUSTAVO ADOLFO BECQUER[3]

           

            He aquí un buen ejemplo. Poesía no es sólo que los versos acaben rimados con otros, es algo más. Releed, notad la musicalidad, la ritma y armonía del propio verso en sí mismo. Cambiad una sola palabra por otra de igual sentido y la belleza del verso habrá desaparecido.  Igual nos ocurrirá al leer cualquier poesía de  Rubén Darío, como la siguiente:

 

            La princesa está triste, ¿qué tendrá la princesa?

Los suspiros se escapan de su boca de fresa,

Que ha perdido la risa, que ha perdido el color.

La princesa está pálida en su silla de oro,

está mudo el teclado de su clave sonoro

Y en su vaso, olvidada, se desmaya una flor.              RUBÉN DARÍO[4].

 

            ¿Cómo crea el poeta? Como cualquier otro artista, aunque con su tonalidad propia.

La génesis de lo que será luego su obra, a veces es larga; en otras, una inspiración repentina. Pero en ambos casos el poema se le destaca nítido en su mente; con palabras ordenadas armónicamente y él lo alumbra, lo hace nacer al exterior tras más o menos largos esfuerzos y ensayos.

            Cuando el poeta escribe porque sí, porque lo desea, pero sin la inspiración de que hablamos, entonces su producto es seco, árido, no se puede paladear.   Leyendo cualquier antología de sus versos se capta enseguida qué poemas son inspirados y cuáles fruto de su esfuerzo personal.  

            Lo mismo acontece con el compositor musical: si la partitura es fruto de esa inspiración, resulta bella; de otro modo seca, entretenida, hasta agradable pero no absorbe, no arrebata. Habrá buena técnica,  no arte.

            A mi entender igual ocurre, por ejemplo, con  los discípulos y colaboradores de Gaudí: edificios bonitos, cómodos, en la línea del maestro, pero les falta el “toque gaudiniano”, aquella chispa propia que los transformaba de técnicos en bellos.

            Llegamos a la pintura. Tenéis ahí dos buenos artistas, que os expusieron públicamente sus cuadros: Jesús Almerge y Serafina  Monter. ¿Recordamos algo?

            Jesús. Llenos de luz y belleza. Pero sus paisajes, basados en la realidad, son  otra cosa que ésta. Ni sus bellos árboles existen realmente, ni sus caminos hacia el Infinito existieron más que en la mente de Jesús. Y éste, pese a ser autodidacta, con buena técnica, supo expresarlos. El los creó. Por eso, de sus cuadros podríamos decir, como el Profesor De Wulf,  que son los nietos de Dios.

            Podría recordaros varios que me impactaron profundamente, pero me limitaré al de su suegro, viejo, enfermo, en un sillón, con una manta sobre sus piernas. En la vida real ¿hay algo más triste y brumoso que un personaje así? Da pena. Pues bien, Jesús lo transforma en paz y serenidad de una larga vida y resulta un cuadro de belleza impresionante, de los que apetece seguir mirando y repasar todas sus partes. Da gloria. Ahí la inspiración de Jesús mostró el inmenso cariño que le tenía. Esto es arte: crear belleza donde no la hay o resaltarla cuando existe.

            Respecto a Josefina, al subir la escalerita que conduce al taller tanto mi sobrina como yo quedamos deslumbrados, nos impresionó de tal forma que nos dejó sin aliento el cuadro que estaba enfrente. Después, uno por uno nos hicieron gozar en grande. Esas expresiones de sus animales, tan humanas, sólo se dan en su mente. Como el hombre y la mujer disco. No existe tal belleza en el mundo, sólo en la imaginación creadora de Josefina. ¡Cuánto cariño les ha de profesar! Deificados.

            Vimos los cuadros de las musulmanas con burka que había pìntado como protesta contra esa ignominia. Mas aquí (recordadlo) la artista que lleva dentro superó a la mujer-protesta, porque los cuadros son tan bellos, absorben de tal modo que sólo se vive eso, mas no la intención con que los hizo.   

            El estremecimiento de placer anímico que produce una obra de arte es tanto mayor cuanto lo es el grado de cultura que sobre esa materia se posee. A mayor sensibilidad artística, mayor deleite.

            Por ello, cuando ante un cuadro, una audición musical, un claustro monacal o un castillo veáis a alguien embebido en su contemplación, por favor, no le distraigáis, dejadlo disfrutar. Como vosotros deseáis que os dejen disfrutar de un buen concierto jotero.

                                                                       Tomás Montull Calvo

                                                                          Doctor en Filosofía.



[1] Institut Supérieur de Philosophie, Louvain, 1943; pág. 36.
[2] Nació en Urbino, 1483 y murió en Roma, 1520. El catálogo de sus obras es muy grande.
[3] Nació en Sevilla, 17 febrero 1836 y murió en Madrid el 22 de diciembre de 1870. Poeta romántico, con sus setenta y ocho rimas y un buen prosista; con sus famosas Leyendas; todas ellas son pura poesía, hasta el extremo de que se afirma que en ellas hay más poesía que en los versos de Zorrilla.
[4] Uno de los más grandes líricos de la lengua española. Nació en Metapa (Nicragua) en 1867. Vivió en varios países hispanoamericanos, en Francia y en España. Murió en 1916. El mismo dio el nombre de modernismo a su estilo y creó una pléyade de imitadores. Tiene:  Azul (1888), Prosas profanas (1896), Cantos de vida y esperanza (1905), Canto errante y Canto a la Argentina; además d esus libros en prosa Los raros (1893) y Peregrinaciones (1901).

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