¿PURGATORIO? INVENTO DE TEÓLOGOS.
Para los buenos cristianos que temen esos “fuegos cruciales”.
1.- NO ES DOGMA DE FE, sino
elucubración de teólogos posteriores al Edicto de Milán para justificar la
necesidad de orar por los difuntos.
Ni el Catecismo de Pío V, ni el Catecismo
de la Iglesia Católica, promulgado por Juan Pablo II, hablan de “dogma de
fe”.
El Catecismo de Pío V, supone
la existencia de un “purgatorio de fuego,
al cual las almas de los piadosos expían por un definido tiempo con cruciales tormentos”
(cap. VI, 3). Y aun cuando dice que
es una verdad que deben explicar los párrocos no afirma que sea de fe, sino que
debe ser tenida como verdadera. (Luego
veremos que no existe “el fuego”)
El “Catecismo de la Iglesia
Católica” da la definición clásica de Purgatorio, mas no habla de fuego sino de
“una
purificación” (1030). ¿Comentario?: ¿Quizás en el instante
mismo de su parálisis cerebral, ya que en el mundo de los espíritus no hay
tiempo?. En todo caso de fuego nada, ni de “cruciales tormentos”.
En el siguiente apartado (1031) intenta justificar su existencia
acudiendo a los Concilios de Florencia y de Trento.
El C. de Florencia
(1438-1445), Decretum Pro Graecis.
“Si los verdaderos penitentes muriesen en la caridad de Dios, antes de que con
dignos frutos de penitencia satisficieran los cometidos y omitidos (recuerden que se habla de pecados de
comisión y omisión) sus almas pueden purgarlos después de la muerte con las
penas del purgatorio; con el fin de que esas penas se aligeren, les aprovechan
los sufragios de los fieles”. A continuación habla del Limbo con la misma
fuerza que del Purgatorio. Sin embargo,
ahora sabemos que fue un invento de los
teólogos del siglo XIII y que no existe. ¿Pasa igual con el Purgatorio? Si
falso lo priemro ¿por qué no lo segundo?
C. de Trento (1545-1563), “Canones de justificatione”, canon 30:
quien negare el reato de las penas temporales “que han de ser satisfechas bien
en este siglo como en el futuro en el purgatorio, antes de que pueda entrar en
el reino de los cielos, sea anatema”.
Pero también declara anatema a
quien niegue que el propio Dios ha guiado el cálamo del escritor de la Biblia y
quien niegue que todos sus libros son históricos y auténticos. Algo
que desde hace más de un siglo se ha demostrado falso.
Después, el Catecismo quiere
apoyarse en la práctica de la oración por los difuntos. Mas ésta es una visión
antropomórfica de Dios, como si estuviera sujeto al tiempo. Dios es Infinito,
Intemporal. Por ello, futuro y pasado son para él siempre presente (no lo podemos comprender porque vivimos en
el tiempo). Así que cualquier plegaria hecha dentro de quince siglos es
para El como si fuere realizada en el mismo instante de la muerte.
Además, si el reato de pena
por pecados graves en este mundo se cumple con la penitencia impuesta por el
confesor, que nunca es cruenta ¿va a ser peor en el otro mundo?
En todo caso, lo máximo que
podemos obtener es que ese “reato de pena” (si es que existe según el Evangelio)
o esa necesidad de gran purificación no
se realizan en ningún lugar, como los antiguos creían. Bastaría ese momento eterno
de desligarse del cuerpo para que la mente humana iluminada por el Señor
hiciera tal movimiento de amor que quedara purificada.
Lo contrario es vivir en el
judeocristianismo del Dios Temor y Temblor, Vengativo, Justiciero. O como
definió Unamuno “el Dios Pater familias a la romana, con el ceño siempre airado
y con la mano alzada pronto a castigar”.
El Dios que nos mostró Jesús
es el de la parábola de los viñadores: la misma paga al del último momento que
al de toda la vida; o la del hijo pródigo, la del buen pastor que busca a la
oveja perdida. ¿Les puso alguna penitencia para cumplir “el reato”· de pena?
El propio Señor Jesús perdona sin
más a los pecadores; abomina de quienes dicen “Señor, Señor” mas no cumplen el
mandato celestial de amaros los unos a los otros. ¿Castigó acaso al primer gran
apóstata de la Cristiandad que fue San Pedro, que le negó tres veces? ¿Se lo tuvo
en cuenta? ¿y va a exigir tormentas y penas por unas pequeñas faltas de debilidad
humana? No seamos cretinos. ¿En qué mente verdaderamente cristiana, es decir,
imbuida de las enseñanzas evangélicas y paulinas, cabe esa idea de un Dios
vengativo y exigente? ¿No es casi blasfemo pensar así?
¿No sería cruel, muy cruel que tras vivir en
caridad con Dios y morir en esa situación hubiera que pasar por el fuego o por
alguna purificación dolorosa más? ¿es que no basta con haber sido fieles al
Señor en este mundo donde el egoísmo y sus consecuencias son el mayor de los impedimentos para ello?
¿Cuántas madres cristianas
durante siete siglos sufrieron toda su vida pensando en que sus hijos muertos
sin bautismo estaban privados de ver a Dios para siempre? Ese Limbo ha
resultado tan superchería como el Purgatorio inventado por teólogos.
3.- Ni en los Evangelios, ni en las epístolas de los apóstoles se habla
para nada del Purgatorio. La cita de San Pablo (1 Cor 3, 15): “aquel cuya obra sea consumida sufrirá el daño; él, sin embargo, se
salvará, pero como quien pasa por el fuego”, no se refiere para nada al
tema, ya que le antecede: “si sobre este
fundamento (Jesucristo) uno edifica
oro, plata, piedras preciosas o maderas, heno, paja, su obra quedará de
manifiesto, puesto que en su día el fuego lo revelará (oro, plata, piedras
preciosas no se quemarán; si maderas, heno, paja) y probará cual fue la la obra de cada uno. Aquel cuya obra subsista (por
ser valiosa) recibirá el premio y
aquel cuya obra sea consumida sufrirá el daño; él, sin embargo se salvará, pero
como quien pasa por el fuego” (vv.
12-15).[1]
Igual acontece con la de San Mateo (12, 32) “Quien hablare contra el Hijo del hombre será
perdonado; pero quien hablare contra el Espíritu Santo no será perdonado ni en
este siglo ni en el venidero”. Esto más bien probaría que al traspasar el
tiempo viene el perdón de todo, sin tacañerías.
El pecado contra el Espíritu
Santo supone un rechazo a la inclinación anímica que el Espíritu Santo provoca
en cada uno de nosotros hacia la Infinitud o Dios. Es un repudio de la luz. Ni
tiene perdón, ni le quiere.
4.- Ningún Santo Padre o escritor cristiano de los tres primeros
siglos, es decir, antes del Decreto de Milán dando forma oficial al
Cristianismo, habla del Purgatorio, ni del reato de pena, ni de esa
purificación. Y son los discípulos de los apóstoles o los discípulos de éstos;
o sea, los hijos y nietos espirituales de los apóstoles. La existencia del
Purgatorio no pertenece, por tanto, a la verdadera Tradición Apostólica de
la fe.
Aún más, algunos de esos
Padres tienen textos que pueden interpretarse como lo contrario. .
Así San CLEMENTE ROMANO,
discípulo de los apóstoles, escribe hacia el año 150: “Mientras estemos en este mundo, hagamos penitencia con todo el corazón
por todos los pecados que llevamos con la carne, a fin de que seamos salvados
por Dios, mientras dure el tiempo de penitencia. Pues en cuanto salgamos de
este mundo no podremos ya confesar, ni hacer penitencia [2];
es decir, cumplir cualquier “reato de pena”.
ORÍGENES (186-254), discípulo
de los discípulos del Señor, afirma que “cuando
pasado este siglo, habremos llegado al fin de la vida, entonces seremos quemados,
bien por el fuego de los dardos del maligno, dondequiera que estemos, bien por
el fuego divino (pues nuestro Dios es fuego que consume)”[3].
No admite intermedio o espera purgatorial
SAN CIPRIANO (200-258), “Una vez salidos de este mundo, ya no habrá
lugar para la penitencia, ni efecto alguno de satisfacción” [4]
¿Más claro? Está dentro del período de Tradición Apostólica.
5.- Tras el Decreto de
Milán, promulgado por el Emperador Constantino el Grande en 313, se ponen
de moda Jesucristo, su madre, María de Magdala, los Apóstoles y cuanto rodea a la nueva religión del
Estado. Y surgen las inevitables novelas bajo diversos nombres como los
(falsos) Evangelios, las Cartas de Apóstoles y otras.
Posteriormente, sin crítica
histórica ni literaria, en muchos casos se les acepta como verdaderos e
influyen en los tratados de Teología, como expositores de una tradición oral de
la fe. Así por ejemplo, aquello del Prefacio de la Misa: “´ángeles, arcángeles, tronos, dominaciones y potestades” se pensaba
eran de Dionisio el Aeropagita, discípulo de San Pablo. Hace bastantes años que
se descubrió pertenecen a un autor del siglo IV ó V, llamado Dionisio,
probablemente obispo, que novela diciendo haber presenciado la Crucifixión y
mantenido contacto con los Apóstoles, etc.
Comentando al texto citado antes de
San Mateo, algunos teólogos muy posteriores piensan que puede haber un doble
perdón: en este mundo y en otro. Así San Gregorio Magno (540-604). De ahí
otros, muy tarde, pasaron a llamarle Purgatorio. Lo del fuego está basado en
una falsa interpretación, fuera del contexto de las palabras de San Pablo a los
Corintios, que hemos visto antes. En todo caso opinión o filosofía personal de
unos hombres, no revelación divina.
Los teólogos posteriores al siglo IV
que hablan del tema, explícitamente o no, buscan el modo de justificar que se
hagan sufragios por los difuntos. Si están en el Cielo ¿para qué? (pues para que rueguen por nosotros: comunión
de los santos o para impetrar por ellos ante el Dios Eterno, no temporal).
Son elucubraciones personales, no
doctrina revelada; porque la Revelación acabó con la muerte del último apóstol
(y esto sí es de fe).
6.- En la Iglesia Ortodoxa hay opiniones divergentes entre los
teólogos. La mayoría de los últimos siglos niegan su existencia. Y entre los
que lo admiten no aceptan fuego alguno, sino que las almas son retenidas en un
lugar común y purificadas por medio de los sufragios de los fieles.
Resumiendo: Invento de teólogos que,
con el tiempo y falta de sentido crítico, fue aceptado y confirmado en el siglo
XIII y siguientes como si se tratara de una verdad de fe.
Va contra el sentido común. El Dios
que Jesús nos muestra en los Evangelios es incapaz de ser tan vengativo y ultra
justiciero como el que aparece en algunos libros del Antiguo Testamento. Es más
bien influencia del gnosticismo. Y de “buscarle tres pies al gato”
Es preciso distinguir la almendra (FE) de la cáscara que
los siglos han ido engrosando sobre ella (teólogos
y costumbres); pues la cáscara suele apartar a los más realistas de
aquella. “No se pude hacer comulgar con
ruedas de molino”
. Tomás Montull Calvo
Lr. Y Lic. en s. Teología. Dr. en Filosofía.